El chanta
Mejor
bajate de la mentira
antes que
la pena o la vergüenza
estrujen lo
que te queda
de alma y
los años
se pongan
en tu contra.
Mejor
bajate ahora
que algo de
vos todavía existe.
No sos
influyente, no te conoce nadie,
sólo juntás
tarjetas ajenas
como si
fueran los diplomas
que no
supiste conseguir.
Cada mañana
te ponés la careta
del hombre
importante
y salís
desesperado
en busca
del negocio que te salve.
Por la
noche, volvés a tu casa
con el
mezquino botín:
tres o
cuatro nuevas tarjetas
y un par de
cafés que no pagaste.
Así te
convencés que sos importante,
necesario,
inteligente,
pero nos
sos otra cosa
que una
sombra mendigando
atención,
apenas
un
deslizamiento cruel
sobre la
vida ajena, una imagen
borrosa
sobre un espejo roto.
Un chanta.