He aquí una muchacha
dulce
recostada sobre el filo
del miedo
como una mariposa
aterida
en un ángulo del espejo.
He aquí una plegaria
silenciosa,
un silencioso deseo
de eternidad
clamando en el vacío
de un cielo
impiadoso y extraño.
Sus manos son apenas
un leve aleteo
sobre el sueño descarnado
de una ciudad
ausente de miradas
y recuerda
su vieja casa familiar,
sus padres
y aquel amor adolescente
que aún
entibia su piel y sus sentidos.
He aquí una muchacha solitaria construyendo sus sueños.
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